Madeleine Vionnet nació el 22 de junio de de 1876 en Chilleurs-aux-Bois, Francia. Fue hija de padres separados desde su temprana edad y creció educada por su padre, viendo raramente a su madre. A los 12 años empezó a trabajar como vendedora de telas, y desde entonces su aspiración fue ser independiente. Fue en 1912, después de trabajar en conocidas casa de costura, cuando decidió abrir su propio atelier. Un poco después, coincidiendo con la Primera Guerra Mundial decidió cerrar su establecimiento, reabriendo una vez acabada, en 1918.
El estilo de Vionnet, culto a la belleza de un cuerpo libre, se caracterizó por ser de una modernidad nunca vista hasta entonces, basándose en el drapeado del peplos griego -presente en su logo-, que dejaba en libertad al cuerpo y que, al mismo tiempo, realzaba sus curvas naturales. “Me he aplicado a liberar, como para la mujer, el tejido de las trabas que se le imponían. He intentado darle un equilibrio tal que el movimiento no desplazara las líneas, sino que las magnificara”. Un estilo purista que llegaría a su máximo apogeo en los años 30, cuando las curvas femeninas volvieron a estar presentes en la moda, pasado el momento garçonne y rectangular de los 20.
Con su estilo intentó demonizar su gran complejo: su cuerpo la acomplejaba, admirando a las mujeres delgadas. “He intentado siempre ser el médico de la línea, y, en tanto que médico, hubiese querido imponer a mis clientas el respeto por su cuerpo, la práctica de ejercicio y una higiene rigurosa”.
Enemiga de la moda por ser efímera, Vionnet se dedicó a una búsqueda constante de la coherencia entre el cuerpo y el vestido, lo que le llevó a innovar en las técnicas del corte, y el bies fue su marca de identificación. No lo inventó, pero llegó a dominar la técnica como nadie. Hasta entonces, el bies sólo se había utilizado en cuellos, bajos de mangas o adornos, y ella tuvo la idea de extenderlo a todo el vestido.
Apasionada de la técnica, también investigó otras cualidades del tejido como la caída, el reflejo de la luz y la combinación de las dos caras -mate y brillante-, conquistando la admiración de Balenciaga. Vionnet utilizaba normalmente tejidos lisos y ligeros, porque la complejidad de la construcción constituía en sí misma la decoración y una gama de colores muy sobria. Su método de trabajo consistía en crear directamente sobre un maniquí de madera en miniatura, y, como una escultora, probaba, modelaba y drapeaba.
Apodada la Euclides de la moda, por su precisión milimétrica, una rigurosa geometría dominaba sus creaciones, concibiendo los vestidos a partir de la repetición de figuras como cuadrados, triángulos, rectángulos o círculos. Bajo una aparente simplicidad, cada modelo conllevaba una estudiada estructura. Nada rompía la línea, ni cierres ni botones, y la mayoría se pasaban por la cabeza, como si de un jersey se tratara.
Preocupada por las copias, como la mayoría de creadores -con la excepción de Chanel-, registró sus creaciones. Cada vestido salido de sus talleres llevaba su firma, un número de orden especial y su huella digital; e hizo álbumes de copyright, fotografiándolos de frente, perfil y espalda con un número.
Pero Vionnet no fue sólo una creadora vanguardista, sino también una empresaria vanguardista. Avanzada a su tiempo en lo que a mejoras sociales se refiere, sus trabajadoras la apodaron la Grande Patronne, se ocupó de su formación, creó una enfermería, implantó las vacaciones pagadas -la única en su época -, propuso estancias al aire libre, fundó una mutua, concedía permisos de maternidad, e incluso quiso que algunas de sus empleadas participaran en la empresa. Además en sus talleres todo estaba previsto para el confort, con luz natural omnipresente en todas las dependencias, y sillas -lo que permitía apoyar la espalda-, en vez de los tradicionales taburetes.
En 1939, coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, se retiró, cerrando sus talleres porque estaba cansada. Más tarde donaría a su amigo, el historiador François Boucher, sus fondos de documentación (modelos conservados, álbumes, biblioteca, libros de cuentas, toiles), con los que en 1986 pudo crearse del Musée de la Mode et du Textile de París.
Madeleine Vionnet murió el 2/3/1975, a los 99 años, en París, pero su legado estaba destinado a influir la moda contemporánea.
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